26/6/08

Yo soy una tonta

Yo soy una tonta. ¿Quien podría decir lo contrario?
Soy una tonta sin mi barbie secretaria. Cuando me monto en una camionetica y veo que se va llenando ya no se como salir. No se pedir la parada. Siempre cruzo los dedos para que alguien se baje justo donde yo pienso bajarme, y entonces grite con voz estridente al conductor. Me da pena gritar y pedir la parada. Tengo voz de princesa.Dos y doce de la tarde, nadie pidio la parada y llegare tarde al trabajo. Què sentido tiene esto o aquello. Mi camino va, pero no sabe hacia donde.Yo soy una tonta que no puede pedir la parada. Mi idiotez esta en posicion de parto continuo. Mi necedad tiene raices en los viriles troncos de un arbol que maulla. Dos y treinta y cinco y la camionetica se accidento. No tuve que pedir la parada. Si no fuera tan tonta tomaria el metro,ese se para solo.

17/6/08

Mamaita si me mi mima

Enganchada a tu falda Photo by Perolita

No, no es fácil. No es fácil decir esto. Y es más difícil todavía cuando me muero por decirlo. Tengo que hacerlo porque me lo pide mi sinceridad. Aquí desahogaré las bien recordadas experiencias que me tocó vivir a su lado. Ella me explicaba que eso no era cosa de niños, que el mundo de los grandes es otra cosa. Una cosa bien difícil, como diría ella. Porque claro, ella siempre usaba adjetivos. Decía: Una cosa es una cosa sola y otra cosa muy distinta adornada.

-Entonces Rosita, ya sabes que una cosa sola es solo una cosa pero una cosa "difícil " ya es otra cosa. –Me decía.
Difícil era tener que ponerle un nombre a ella. No la podía llamar ella, aunque me hubiese gustado. Para evitarme problemas usé mamà. Le gustaba que la llamaran así. Estoy segura que si mamà fuera una palabra, esa palabra no fuera ternura. No podría ser ternura porque si mamà fuera ternura, fuera una hoja que renace para verme crecer. Una hoja que cae del árbol más verde y reposa sobre mis manos. Una hoja que se asoma desde una rama de colores que con temperatura calida me arropa los pies en la madrugada fría. Si ternura fuera mamà, fuera tu voz hablándole a mi muñeca de trapo, a Marianita la de los ojitos rotos. Tu voz ronca hablándole a Marianita para hacerme sonreír, pero no, mamà no es ternura y tú nunca le hablaste a Marianita. Si Marianita estuviera viva lloraría todos los maltratos que le diste. Todo pasó esa tarde. Si nada hubiese pasado no te lo estaría contando, pero pasó. Y paso de todo. En ese pueblito tranquilo de la costa de Aragua, donde íbamos en vacaciones con mi Abuelita casi todos los años. Allí, en el pueblito de olor a mangos, Marianita fue ahogada en la playa. Tú dijiste que fue un accidente, que esas cosas pasan, que luego me comprabas otra, pero Marianita era Marianita y yo no quería otra. Si ternura fuera una palabra, tendría que ser ese olor. Olor de fruta silvestre, hilachas amarillas colgando de mis dientes de leche. Mango olor y sabor a mi infancia en las mañanas camino a la playa, tomada de la mano de mi Abuelita y cargando a Mariana. Mango sabor a mimos frutales y amarillos. Mango ternura de mi Abuela. Mi mama no me mima, pero mi Abuela sí. La risa de mi Abuela es como la de un bebé cuando le hacen cosquillas. Mi abuela no usa bozal. Mi abuela muestra sus dientes sin morderme. Me muerde su risa en el oído, me susurra sobre la felicidad, esa desmesurada que se oye en nuestras risas cuando estamos juntas. Mi abuela se ríe conmigo de todos esos adultos con bozales que vemos en la calle. Esos, los de dientes apurruñados y sonrisas cariadas e hipócritas. Los dientes de mamà eran blancos cuando reía y rojos de sangre cuando me decía: --Rosita, bàjate de ahí hazme el favor, mira que te vas a caer. No toques al perro, mira que te va a morder. No te pases las manos por el vestido, mira que lo vas a ensuciar. Yo me vengaba. La escuela era el ambiente indicado. Allí me liberaba, esperaba con ansia el recreo para ensuciar la camisa blanca (lavada por mamà cada noche), bañar de sudor los cabellos que con tanta dedicación mamà se empeñaba en amarrar. Siempre decía que en la escuela caía mucho piojo, que no debía prestar el peine ni soltarme el cabello. Eso era justo lo que hacía, liberaba mis cabellos de tan horribles trenzas. Allí la voz de mamà no llegaba. No me he portado bien Querido Niño Jesús, lo sé. Sé que decir esto, no está bien, pero cuando oía la voz de mamà mandándome a callar, sentía ganas de callarla yo a ella. Una vez lo imaginé, pensé que yo era un cohete que volaba por toda la casa y le pasaba por la oreja haciéndole: fiuuuuuuu fiuuuu. Yo era uno de esos cohetes que se lanzan cuando se acaba el año. Mi mamà los odia. Yo venía descendiendo, botando chispas y fiuuuuu, le aterrizaba en la cabeza. Mamà callaba, por fin callaba. Logrado el desastre aéreo el piloto soltaba el volante. Sentí mucho miedo niño Jesús, quise correr a los brazos de mi Abuelita, pero ella no estaba. No quería aterrizarle en la cabeza a mamà… No me gusta el traslado de cadáveres, los paseos por las tumbas, los lloriqueos en los funerales… Yo a mama la quiero. La quiero porque afortunadamente hay solo una…. Mi cohete no soportaría alguna otra.
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