18/6/09

Laurita peach y la risa de los sapos




Cuando entró a su carro y se sentó en sus muebles de cuero recordó la camisa de color rojo que le había regalado a la rata saltarina, patrullera, al sapo de Marcos, un día antes de todo. Ese huevòn de corbata francesa de figura vomitiva que se atrevió a dejarla. Laurita jamás podría usar muebles negros o blancos en su carro. Sólo rojos. Laurita derrama la salsa de la hamburguesa de macdroga, bota el refresco, se hace una papa entre la grasa mientras toca la corneta de una cosa que para ella no es un carro. Laurita peach tiene sólo un problema en la vida: no sabe si cortarse las venas o dejárselas crecer desde que Marcos la dejó. Es que definitivamente luego de haber vivido ciertas experiencias uno deja de ser el mismo. Laurita ya no es la misma desde aquella noche. Algo cambió: el recorrido de sus ideas está bloqueado y sólo puede pensar en los vellos de Marcos que se intercalan entre una neurona y otra. Para Laurita, estar lejos de cada vello de Marcos es como corear por horas canciones de Juan Gabriel. Si Marcos supiera que Laurita lo quiere tanto, si supiera que es capaz de darle un beso a Servando y Florentino o imaginar que le da los buenos días a Miguel Ángel Landa sólo por tener uno de sus cabellos de vuelta. ¡Ay si Marcos supiera que el sol nace entre sus vellos! Pero no lo supo y por eso ya no sabe qué hacer con ella. Laurita peach anda de vacaciones, anda haciendo ejercicio, yoga, un curso de actualización de inglés, ordenando cosas, contando ovejas, durmiendo cada vez menos, pero sobre todo anda sembrando dudas desnudas en cada rincón de su casa. Laurita decía que la felicidad venía en aproximaciones sucesivas. Marcos le llegó de un sólo carajazo: felicidad de la buena, de la efímera, de la única que podemos probar. De esa que nos deja oliendo a corazones salseros. Laurita fue feliz. (Sin acento. Ella odia a las personas que le ponen acentos a la palabra feliz.)



Feliz termina en z y las palabras agudas terminan en n s o vocal. Marcos era una felicidad aguda, pero sin acento. Todo feliz, todo calmado, todo tranquilo, el problema vino cuando Marcos se fue y le dejó en la mesa un par de codos ausentes, muchas preguntas y un funeral al cual ir. Marcos se había suicidado y Laurita creía que eso definitivamente debió haber sido culpa suya. Era día de semana del 2005 y al llegar a casa se encontró con una nota de despedida. Marcos había decidido morir. Marcos es incluso más patético que la Verónica del Paulo Coelho.

Se había vuelto costumbre: antes de cada almuercito, cenita gourmet, al regresar a casa después del trabajo le rugían los ojos, se le dilataban al ritmo del motor de un alfa romeo y terminaba oliendo a jungla entre las flores de su barba. Laurita es dispersa, quiere a mil tipos a la vez. Pero no puede estar con uno, así que no está con ninguno. Sólo que Marcos quería estar, pero Laurita no quería que la dejara, no soportaba la idea de dormir sin su pollito hasta el otro día. Fueron amantes. Luego no pudieron serlo más. Eran amantes porque habían decidido serlo, pero luego no pudieron llevarla. Jugaban al escondite pero eran más las veces que se escondían que las que se encontraban. Se juraron amor eterno por todos los semáforos de Caracas que no funcionan, hasta que un buen día se vieron con cara de... ¿piensas que pierdes tu tiempo en esto, conmigo?, entonces lo haces. Sí, sin duda lo haces. Ya no se veían con ojos rugientes de alfa romeo. Ya no. Ya no querían desaparecer en la piel del otro. Ahora Laurita Peach sólo deseaba irse, desearle Feliz Navidad y colgar todo. Hacer Adioses. Le hubiera resultado imposible soportar más tiempo la presión de esos ojos piches sin alfa romeo. Comprendió, entonces, que Marcos no era sino un brócoli podrido y muerto. Mientras Laurita peach freía los huevos, supo que aquel hombre que bebía cerveza frente a un carro fúnebre, pudo haber sido el mismo hombre que hace dos años le había dejado la mesa llena de codos ausentes. Laurita peach quería que fuera él, pero no era, no era la rana saltarina con la que comía arroz con cebolla y huevos fritos. No era el sapo que veía con ella, a veces, el noticiero de las 12. Laurita peach, detectó que ese -croac- no hacia palpito hinchado dentro de sus infinitas manos blancas. Él, al parecer, se había convertido en un renacuajo más. Después de un largo rato intentando recordar cómo se reían los sapos, Laurita supo que su esfuerzo era estéril. Los sapos no se ríen. Ya no. Esa risa ya no le perfora los tímpanos. Tal vez esa sea la razón por la que Laurita está cada vez más sorda. Ya no hace más que vomitar su cara anónima. Con los vellos de Marcos en la nevera ya no va al súper mercado y se ha ido poniendo cada vez más flaca.

5/4/09

Las hojas de Abril

Foto de Marta Barcelò

Mis ojos se han ido a comer mango

los llevo colgados

son amarillos en los tuyos

tienen la quietud de las nubes

Y

el azul manzo de tus manos de agua

que sudan en mi musica

tus manos y mis ojos se tocan

se oyen

se huelen

vendan el humo con las voces

para finalmente perforar las hojas agua de Abril.

24/3/09

55 años no es un instante sin tiempo

El aire es inercia. Su sangre es el cordón umbilical de su abortada feminidad biológica. Más allá del alcohol, el espasmo, y la excitación verbal, cuando cae la noche y está sola, todo se confunde y recogiendo las costras de su útero , se dice incrédula al espejo: “nada huele mejor que el aire que nos abraza después que mi sangre se une con tu semen coagulado”. Sentada en el suelo, sin moverse, va acercando sus ojos nuevamente al espejo: psicóloga, sin hijos, una figura huesuda, ojos apagados de una mujer obsesionada con ocultar su proximidad a los 56, canas que hacen un collar de cotufas rebeldes luego del tinte rojo. El rojo es el color de la Belle èpoque. Se había pintado el pelo de rojo justo un mes antes de que vinieran los tiempos no tan bellos. La amenaza del cáncer de útero, la operación, la extirpación de los órganos reproductores,la sequedad, el vacío, la esterilidad, la vejez, los amantes ocasionales, el vino, sin cáncer.

Sus manos con grietas, recién remojadas en una poncherita, lucen una perfecta manicura: uñas pulidas, cutícula herida, manos recién removidas de la acetona vieja, manos rojas carmesí. Rojas como su sangre. Rojas como cada uno de los grumitos con los que solía jugar. Abierta y esplendida, su cuerpo se va hundiendo. Su mano, y sus dedos flagelantes, una vez, la piel casi humeante de Jaime, el aliento caliente cargado de la humedad de la boca de Jaime, sus ojos se enturbaron, de igual manera llegaron los ojos de Andrés, el cuerpo de Andrés que parecía una estatua de bronce, el rojo iba cubriendo sus dedos, arrastraba nubes, le cosquilleaban las piernas, su boca roja que no habla, se hincha, se ensancha, mastica y la traga. Ella está tendida sobre la cama como una hoja mojada y porosa. Parece tranquila aunque su cuerpo se agita sobre la sábana y su piel vibra con el contacto del algodón blanco y limpio. Abre sus piernas y se ríe con sonrisa funeraria del sexo casi mutilado por sus dedos. Enciende la televisión y al instante explota una voz de coliflor agrio, hablando sobre los beneficios de la baba de caracol para mantenerse joven y bella: “Señora ama de casa, los beneficios de esta crema limpiadora que está por comprar, mantendrá su rostro lozano, como el de una muñeca”. Su rostro parece un volcán, pero tiene una cinturita de avispa, y unas piernas largas y fuertes que casi no parecen pertenecerle, y también tiene unos pies suaves, y una nariz de albóndiga que se operó hace dos años, y tiene una boca bembona de labios suyos que todas quisieran tener.

Va al baño y toma la afeitadora. Se enjabona y empieza a cortar los pelitos que han crecido en los últimos días. La afeitadora se desplaza al compas de Ligia Elena, de Rubén Blades. Ella también fue la cándida niña de la sociedad, pero su trompetista nunca llegó. El pubis es un territorio difícil. Los vellos se resisten a la acción depilatoria, e inevitablemente se producen pequeños cortes que parecen los aruños de un gato. Una garra de gato filosa le remueve los últimos pelos. Todo va quedando como muchachita de quince, sin asperezas. Todo va quedando cremas, fragancias, dermis rasurada, pantis de algodón, rímel espeso, labial, y mucho rojo. La sensación de picazón debido a la sensibilidad por el corte de los pelos le resulta un poco incómoda. Se mira en el espejo y se oculta las canas, por orden.

Los años deambulan en el cuarto, desordenados. Clavada en el olor de dedos vacios y aruños de gatos, muerde las sábanas, ya no hay nada, está hueca, su vientre es una tenaza. 55 años no es un instante sin tiempo. Sus contactos con el vino y sus fluidos empiezan nuevamente a erizarle los mulos y quemarle los pezones. Se vuelve blanda y húmeda y empieza a verse. Rasgándose con uñas rojas, llegando al lugar donde ya no hay suelo, deslizándose hacia al lado vacío de su cama donde los ve a todos, donde funde imágenes que se diluyen hasta no recordar nada. Encontrando la postura, frente al espejo, aún con una mano sin fuerza, se deja tocar por todos, su boca palpitante. Ahora el tiempo vuelve a descender y el silencio finalmente se calla.

25/2/09

Tu alma con voz


Al escribir así, persiguiendo mis recuerdos, me arrulla una angustia terrible. Siento que la memoria tiránica puede jalarme con su violencia y borrar todos los sonidos de tu voz. Tu alma con voz. Tu voz que lleva dentro todos los rua lorito de Catalina. Tu voz combativa que dice que no estás dispuesto a jubilarte. Tú eres joven, porque la juventud la tiene quien posee proyectos y deseos, tú juegas a cumplir años, a envejecer jugando. A tus 78 años veo morir el alba. Tu alma con voz deja de reír y con tristeza, pero con seguridad, esto es lo que consigo luego de aferrarme con fuerza a mis recuerdos incompletos que serán cada vez más incompletos al pasar de cada segundo. Ahora sé por qué esa noche le pediste a mami que nunca te olvidara. Tú con el corazón sin arrugas y la cabeza cubierta de flores grises creías que quizá la memoria te borraría algún día. Los ojos de mami anegados en lágrimas te decían que siempre estarías con nosotros. Hacer Adios: eso es la muerte. La muerte no es una señora que va chupándonos la medula de los huesos hasta dejarnos pálidos, es sólo una señora que nos obliga a hacer adioses. A despedirnos incluso de nuestro recuerdo más nítido.


Algo esencial se ha roto. Algo bonito e irrecuperable. Ahora, mientras corre formol en tus arterias y tus parpados están cerrados, me miras, y yo soy afortunada, sin hacer peso a tus parpados, como quien levita, sonrío. Eres una ráfaga de aire fresco que susurra en mi rostro. No me dan miedo tus parpados cerrados. Es como despertar y a la vez continuar soñando. Un sueño en el que los dedos de mami ya no se espichan de dolor. Un sueño en el que sólo oigo tu risa. Tu risa que es como la de un bebé cuando le hacen cosquillas. Es una risa que me sopla al oído y me dibuja tu abrazo.


Tú ahora estas durmiendo uno de esos sueños largos que duran sólo segundos, por eso tienes los parpados cerrados, Abuelo. Mami me explicó que luego vendrás a cubrir mis pies fríos con tus manos, a contarme más historias de Rabo de gato y la ardilla Mandy, a tocar en tu guitarra canciones de los Panchos, a cantar el sonido de la lluvia que cae en el techo de zinc de la casa, a ver viajar a las hormigas de la cocina por caminos imposibles, a contar historias con las nubes y enseñarle palabras nuevas a Catalina. Ahorita estás muy cansado para seguir jugando, pero mañana, al nacer el alba, cuando el cielo se descuelgue, vienes y te quedas así, tranquilito. Conmigo.

17/2/09

¿Quieres que te cuente?




Hace un domingo atrás. Hace un domingo asalté el cielo. Te quiero. Eso lo pensé hace siete días. Un domingo como hoy, pero el anterior. Hoy el aire no huele a pipas filosas. Que si sí que si no, que si quieres que te cuente el cuento de la pipa. Al final todo es un cuento. Hoy huele a lunes. No parece domingo. El aire no está espeso. La casa no está en motín. Todos concentrados frente a la pantallita del televisor escuchan atentos los resultados electorales. Un sí como un grito viril nace de las raíces de la garganta de mi papá. Mi snob cousin con sus labios pintados de rouge dice desde la cocina: “yo nací y crecí en un barrio y no esperé que nadie me resolviera nada, el colectivismo diluye la responsabilidad y abre camino a la mediocridad”. Mi prima quiere un pasaporte europeo. Mi prima toca el piano desde los 8 años. Lo hace para impresionar a todos en casa. Mi prima ya tiene 38 años y ya no quiere impresionar a nadie. Ahora usa el piano para poner fotitos de Lucía, su hija. Lucia va al kínder, hace sus tareas en un santiamén y luego pasa horas tocando el violín. Lucía no se luce. Sólo tiene el poder de la música. Tú eres música. Tus manos son ondas milenarias del mar más azul. Un domingo atrás pude haber escrito todas las partituras. Yo sin estudiar, sin haber ido a la academia, podía tocar el aire de tus manos y hacer el perfecto acorde con las mías. Hace dos domingos atrás tenía ganas de besar tus manos. El tiempo que pasa y las nubes que se vuelven a mover. Finalmente decides darle sensación dinámica al aire estático de la habitación. El cuento de la pipa y tu recuerdo más kitsch. Tu recuerdo más reproducido en serie y ráfagas una y otra vez. La imagen en la retina. Tus parpados en movimiento se multiplican a sí mismos; su forma cambia cómo rápidas vibraciones. Puedes convertirte en lo que quieras. No necesito imaginar cielos, eres el cielo con tu pipa, tampoco fiestas, germinas mi alegría con tu pipa, pero sobre todo por tu arte, con tu cuento de la pipa exaltas bofetadas enfebrecidas, saltos violentos. Con tu puño limpias toda la higiene del mundo. Mis labios llenos de rouge como los de la prima, llenos de tu cobardía con coraje. Una caricia gélida que parece recorrer metralletas en mi entre piernas mientras me dices que te quedan muchos cuentos de la pipa más treinta y siete besos de amor genuino por el resto de la vida.

Dos domingos atrás logré entender al haragán que cuelga húmedo en el baño. La ostia, el cuerpo de cristo que no es expresión del canibalismo. Tu cepillo de dientes. Ochún,la diosa del amor y del dinero. El tobo sin agua. El vudú haitiano. La nevera y la puerta del freezer. La corte malandra. Logré incluso entender al evangélico que toca la puerta ceremonialmente cada domingo a las 3: 15. El tipito de corbata con voz de guisante verde no quiere más que salvarse a través de la predicación y el proselitismo. Yo no me salvo. No trasciendo.
Domingos multiplicados por cinco y seis, quizá siete también. Hoy es lunes, inicio de semana que siempre es final de otra. Ayer fui a la iglesia y comulgué. Te vi en la cara del padre que rezaba el yo confieso. Rasgué mi falda de asfalto gris cuando vi el trajecito blanco del monaguillo. Blanco, blanquísimo.

Los domingos son para querer contarnos cuentos. Cuentos de personas para las que no existen los domingos. Cuentos de doncellas y caballeros. Cuentos en los que casi se sonríe durante toda la historia. Cuentos que concilian el rouge inmaculado de unos labios sin pipa. Cuentos que de veras cuentan lindos cuentos.

1/2/09

Hay tiempo.

Hoy tengo tiempo para tener tiempo.

Tengo tiempo para mirar las hormigas que hacen fila en la cocina.

Tengo tiempo para que mis palabras griten, sangren,lloren, rian, sientan, y sobre todo hablen.

Hoy tengo tiempo para recordar un momento : El momento.

Tengo tiempo para tragarme el hastio.Hasta el fondo.

Tengo tiempo para concurrir tu ausencia.

La señora tiene tiempo para envejecer. La niña para jugar. Èl tiene tiempo para seguir
desnudando mi sonrisa. Aun es tiempo.

El tiempo fragil inunda de mariposas un vacio gigante.

El tiempo regresa sin prisas. Aun hay tiempo.

Hoy enmudezco al tiempo. No lo interrogo. No lo sorprendo ni me sorprende. Deambulo en sus raices. Hoy soy una que nace en tu instante.

17/1/09

Juanita y la playa


Juanita me pellizca a veces para que te mande sus saludos. Ahora nos comemos un pedazo de pizza de ayer. Solas las dos. Ella y yo. La casa esta casi vacia. papà duerme y mamita esta con el abuelo. Observo el monton de camisas sin planchar que estan en este cuarto. Oigo Carmencita de Devendra Banhart.( ¿Te gusto la cancion?) A veces se esta mejor solo. Leyendo mucho. Pensando mucho.Solo a veces. Pensando que la pizza sabe a chiclet. Maiz, tres pedacitos de jamon y trocitos de piña no pueden ser una pizza. Igual lo saboreo todo. No me importa. Estoy sola con Juanita y ella si tiene hambre. La piza tampoco esta mal. Juanita esta aqui y estoy bien. Me levanto y busco piedra de mar para escribirte una parte que me recuerda mucho a ti. " Y tu resucitas entre las olas,convertido tan solo en el hilito delgado que abandona el mar en la orilla. Es una sensacion maravillosa.Los brazos y las piernas te crecen y se vuelven pajaros, piedra,sol,risa de mujer que esta cerca. Y sobre ti, sobre la playa, pasan los paraguas,los pies, la gente. El cielo mismo parece una mascara de acero azul". Algo asi, si, casi asi, fue estar en la playa, a tu lado, mientras descansabas frente a Marcel Rigoberto. Las piernas me crecieron y se volvieron pajaros... y pum,vole!

12/1/09

Trapecio

Si ternura fuera padre fuera una hoja que renace para verme crecer. Una hoja que cae del árbol más verde y reposa sobre mis manos. Una hoja que se asoma desde una rama de colores que con temperatura calida me arropa los pies en la madrugada fría. Si ternura fuera padre fuera tu voz hablándole a mi muñeca de trapo, a Marianita la de los ojitos rotos. Tu voz ronca hablándole a Marianita para hacerme sonreír. Si ternura fuera padre, no pudiera escribirse en longitudes definidas. Seria una gota, un constante latir, una gota que recorre un sendero internminable y sucumbe la pesadez de lo real, de lo que no puede ser descrito con palabras, porque si ternura fuera padre, fuera todo menos algo fàcil de decir màs que con un abrazo càlido.

Si ternura fuera un sabor, fuera el sabor del mango, la fruta silvestre, hilachas amarillas colgando de mis dientes de leche. Mango olor y sabor a mi infancia en las mañanas camino a la escuela. Mango sabor a recreo frutal y amarillo. Mango amarillo como un Girasol. El girasol era la flor favorita de mi abuela, decía que siempre veían al sol, que por eso siempre estaban tan llenas de luz. Mango amarillo y silvestre. Mango, una criatura simplemente luminosa.


Si ternura fuera un olor sería el olor que tiene la tierra después de que llueve. Ese olor de paraguas inútil que se hunde en el quemado del sol. .Olor de alegría congelada. Olor a tierra mojada como una caricia de ausencia. Ese olor sereno que genera angustia, que asoma un caos no tan calmo. La lluvia no se avergüenza de quitarle el olor a la tierra, y se mezclan. Se mezclan y hay una cosquilla en mi estomago.

Si ternura fuera una casa sería la casa de rejitas azules de la vecina de Teresita. Nunca pude entrar ahí, pero siempre que pasaba se respiraba olor a café desde el barrio. Los pajaritos se posaban en la ventana de la vecina de Teresita. Los pajaritos y el olor a café, tanta ternura consumida en un barrio donde los cadáveres caminan. La casa de la vecina de Teresita era espaciosa y antigua, de esas en las que hay un zaguán. Un comedor con muchas sillas, una biblioteca con muchos libros, cinco cuartos grandes, un pasillo que comunica hacia los dos baños. Yo nunca entré a esa casa, pero la recorrí con mi nariz. Siempre olía a café. Cuando la puerta estaba abierta el olor se sentía lejano. Eso me hablaba acerca de las dimensiones de la casa. Era grande. Lucía como una estatua imponente entre todas las demás casas. La casa de la vecina de Teresita tenía voz de señora con moño, pero no una señora regañona, sino una señora de voz ronca que te susurra bajito. Esa casa era un tributo sensorial. Esa casa era inmensa y luminosa. Uno entraba (digo uno porque yo aún cuando nunca entré asumo que ha de ser así). Uno entraba por una puerta estrecha. Si caminábamos dándonos vuelta de retroceso, hacia la entrada, a mano derecha estaba la cocina con olor a café. La cocina de Teresita era gris, olía a cloro. Las paredes de granito me daban frío. Las ventanas de la casa de Teresita no se robaban el sol. Era una casa oscura. Techos de madera. Techos que se comen la luz.

Si ternura fuera familia sería las reuniones de cumpleaños de mi Abuela. Todos van. Incluso los hermanos que están peleados. Todos se abrazan y besan a la Abuela. La casa con olor a sopa y los nietos corriendo en el jardín. Familia sonriente, todos sentados alrededor de la mesa, viéndola. Bajo sus dos alas. Amplificadores de alegría. La casa huele a eucalipto. El rostro de mi abuela sabe a naranjas. Sus labios son como dos gajitos de mandarinas: chiquitos y coloridos. El sol se apaga y el amor de la Abuela nos arrulla, sus ojos negritos se muestran como linternas dentro de la jungla oscura. Mis Ojitos azabache: Las tuberías a la alegría en familia.

Ternura eres tú. Tú, Julio. Tu silueta ausente que me persigue. Tus ojos colgados al lado de mi sueño. Los lexicógrafos pueden definirlo todo, pero contigo es diferente porque tu solo eres, tu eres una oración copulativa, tu no tienes objeto directo, tú te defines con ternura. No se si tu naces dentro de mi o yo dentro de ti, pero cuando te das y te recibo algo nace. Si ternura fuera una palabra fuera tu nombre. Quisiera frotarte la espalda, reírnos de todos tus chistes burocráticos, aspirar el olor de tu pipa, beber de tu voz. Te sigo retando y es como si me estuviese repitiendo. Reto a quien me quiera retar, a quien me quiera desaparecer, reto al olvido que es olvido porque elimina, lo reto a que haga lo que deba, reto a quien quiera ser retado. Reto a todo y a todos,menos a ti Julio. Tù me puedes seguir dieciendo “ lero lero carpintero”, igual las escaleras me llevan a roma. Roma anagrama de amor. Amor verbo conjugado en tu piel. Soy obrera de tu sonrisa. Mi aire sabe a tu pipa.
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