17/2/09

¿Quieres que te cuente?




Hace un domingo atrás. Hace un domingo asalté el cielo. Te quiero. Eso lo pensé hace siete días. Un domingo como hoy, pero el anterior. Hoy el aire no huele a pipas filosas. Que si sí que si no, que si quieres que te cuente el cuento de la pipa. Al final todo es un cuento. Hoy huele a lunes. No parece domingo. El aire no está espeso. La casa no está en motín. Todos concentrados frente a la pantallita del televisor escuchan atentos los resultados electorales. Un sí como un grito viril nace de las raíces de la garganta de mi papá. Mi snob cousin con sus labios pintados de rouge dice desde la cocina: “yo nací y crecí en un barrio y no esperé que nadie me resolviera nada, el colectivismo diluye la responsabilidad y abre camino a la mediocridad”. Mi prima quiere un pasaporte europeo. Mi prima toca el piano desde los 8 años. Lo hace para impresionar a todos en casa. Mi prima ya tiene 38 años y ya no quiere impresionar a nadie. Ahora usa el piano para poner fotitos de Lucía, su hija. Lucia va al kínder, hace sus tareas en un santiamén y luego pasa horas tocando el violín. Lucía no se luce. Sólo tiene el poder de la música. Tú eres música. Tus manos son ondas milenarias del mar más azul. Un domingo atrás pude haber escrito todas las partituras. Yo sin estudiar, sin haber ido a la academia, podía tocar el aire de tus manos y hacer el perfecto acorde con las mías. Hace dos domingos atrás tenía ganas de besar tus manos. El tiempo que pasa y las nubes que se vuelven a mover. Finalmente decides darle sensación dinámica al aire estático de la habitación. El cuento de la pipa y tu recuerdo más kitsch. Tu recuerdo más reproducido en serie y ráfagas una y otra vez. La imagen en la retina. Tus parpados en movimiento se multiplican a sí mismos; su forma cambia cómo rápidas vibraciones. Puedes convertirte en lo que quieras. No necesito imaginar cielos, eres el cielo con tu pipa, tampoco fiestas, germinas mi alegría con tu pipa, pero sobre todo por tu arte, con tu cuento de la pipa exaltas bofetadas enfebrecidas, saltos violentos. Con tu puño limpias toda la higiene del mundo. Mis labios llenos de rouge como los de la prima, llenos de tu cobardía con coraje. Una caricia gélida que parece recorrer metralletas en mi entre piernas mientras me dices que te quedan muchos cuentos de la pipa más treinta y siete besos de amor genuino por el resto de la vida.

Dos domingos atrás logré entender al haragán que cuelga húmedo en el baño. La ostia, el cuerpo de cristo que no es expresión del canibalismo. Tu cepillo de dientes. Ochún,la diosa del amor y del dinero. El tobo sin agua. El vudú haitiano. La nevera y la puerta del freezer. La corte malandra. Logré incluso entender al evangélico que toca la puerta ceremonialmente cada domingo a las 3: 15. El tipito de corbata con voz de guisante verde no quiere más que salvarse a través de la predicación y el proselitismo. Yo no me salvo. No trasciendo.
Domingos multiplicados por cinco y seis, quizá siete también. Hoy es lunes, inicio de semana que siempre es final de otra. Ayer fui a la iglesia y comulgué. Te vi en la cara del padre que rezaba el yo confieso. Rasgué mi falda de asfalto gris cuando vi el trajecito blanco del monaguillo. Blanco, blanquísimo.

Los domingos son para querer contarnos cuentos. Cuentos de personas para las que no existen los domingos. Cuentos de doncellas y caballeros. Cuentos en los que casi se sonríe durante toda la historia. Cuentos que concilian el rouge inmaculado de unos labios sin pipa. Cuentos que de veras cuentan lindos cuentos.

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